La historia del pájaro tué-tué, atribuible a que el alma de
alguna bruja sale de su cuerpo para volar por la oscuridad de la noche, a
fin de juntarse con sus congéneres en algún solitario rincón con el
propósito de no ser vistos por el resto de los humanos, no es una
leyenda y la verdad es que realmente existen.
Asegurándose
que son de muy mal augurio y que nadie debe gastarles ninguna
broma. Se afirma que muchas noches, las más frías y con
torrenciales lluvias, solían reunirse en el alcornoque de la Plaza de
Machalí, donde cada uno comentaba sus hechizos y la forma que debían
curarse o sacarlos del cuerpo de los enfermos.
Lo
que más les disgusta a estos hechiceros es que cuando van en
vuelo gritando “rué, tué”, les echen sal mineral al fuego, ya que
esta “contra” les hace caer, no dejando de emitir su “tué, tué” hasta
cuando el causante de este desastre reza tres Ave María, sólo
entonces
pueden levantar el vuelo para continuar su camino.
Además, cuando lo sienten gritar algunos le han dicho:
“ven
mañana, te esperaré para servirte una rica once”, pero al día
siguiente a la hora indicada han quedado paralogizados al ver la
llegada de una persona invitada, transformada en un anciano o viejita, o
un joven o dama diciéndoles: “vengo a tomar once por su
invitación de
ayer”.
Todos concuerdan que estas personas
transformadas en aves nocturnas del mal agüero, dejan sus
cuerpos acostados en sus dormitorios y es la cabeza la que
remonta el vuelo. Lo importante de estas historias es que algunos
aseguran haber visto sus cuerpos decapitados, pero jamás han
podido ver en vuelo a sus espíritus en forma de aves. Las
personas que practican estas súper hechicerías, viven en forma muy
humilde, pero crían gatos o perros negros que les sirven de “contras”
para los males a que siempre están expuestos por otros brujos
más poderosos.